viernes, 4 de septiembre de 2015

Pasemos al diván

“Pasemos al diván” es la frase típica que señala nuestro encuentro con un psicólogo… el momento en el que sabes que empezará a hablarte, y en tu mente surgirá la imagen de un mecánico desatornillando piezas, para ver dónde está el verdadero problema del vehículo. Buena metáfora, pero no quiero que esto parezca una consulta, pues en este diván no solamente se resuelven los problemas, es un diván para divertirse, para abrir corazón y mente a lo que quiera salir de nosotros mismos.
En este diván los problemas no son problemas, se convierten en cuentos o historias que una vez se expresan, no vuelven. El diván es un fiel amigo que acompaña en risas y en lágrimas, en soledad y en compañía, siempre dispuesto a aceptar aquello que se le da, siempre hambriento de conocer historias, personas, momentos, recuerdos y sueños….
Es un lugar en cualquier parte, de hecho, yo lo imagino como una habitación muy iluminada, con muebles sencillos de madera, en cuyo centro se encuentra el diván, y a través de la ventana se puede ver el paisaje, unas veces una montaña con un lago, otras una playa, otras el desierto… Pero el diván permanece siempre ahí, atento, dispuesto a acoger cualquier duda, miedo o risa, a que juegues con sus cojines, aunque le saques las plumas (no es que le agrade mucho, pero lo tolera y lo perdona). Es un diván cambiante, unas veces tiene un color, o una forma determinada, depende de la persona que se siente, de su estado de ánimo, pero sobre todo depende de su historia.
Yo ya he visto varios colores y varias formas, todas ellas bonitas, incluso cuando lo he visto negro. Aunque no haya luz, siempre lo ves, lo sientes, y te tranquiliza.
Si quieres conocerle, te invito a contarle una historia.

Pasemos al diván…

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